Algunas joyas de «El Mundo del Despistado». Humor inteligente, lógico y matemático.
Una de las características más habituales de los Superinteligentes es el gran despiste en muchas de las cosas de su vida diaria.
Cosas como:
– No ver el cristal transparente de la puerta y darse un tortazo delante de todos los amigos…
– Olvidarse los nombres de las personas cercanas o intercambiárselos.
– Llegar tarde a las citas
– Ponerse un calcetín o un zapato de cada color
En esta página os ofrecemos chistes de despistados y algunas joyas de despistes reales de grandes pensadores:
Algunos despistes en exámenes de Matemáticas:
Mates I. Desarrollar y ampliar:
Mates II. Hallar x:
Mates III. Uno de límites:
Mates IV. Simplificando:
Mates V. Simplificando:
Un señor se dirige al buzón de correo, lo abre, mira en su interior y vuelve a su casa. Unos minutos después, lo mismo: vuelve a salir, abre el buzón, lo cierra y vuelve a entrar. Y así varias veces. Toda esta situación es observada por su vecino, que está segando el césped, hasta que éste finalmente le detiene y le pregunta:
– Disculpe, señor, pero ¿por qué entra y sale tan seguido a mirar su buzón?
– ¡Es mi maldito ordenador, que sigue insistiendo con un mensaje que dice «¡Tiene correo!»
– ¡Mamá, mamá! ¡Tomás encendió el ordenador! – Bueno, Pablo, deja que él también juegue.
– Está bien, pero ¡cuando se te queme todo el dormitorio no protestes!
Un señor ofuscado acudió al negocio con el ratón de ordenador que había comprado para quejarse de lo incómodo que era su uso. Interrogado por el empleado sobre qué era lo incómodo, el señor le comentó que los botones «estaban escondidos» y «la bola era difícil de manejar», además de que era muy inestable cuando lo apoyaba sobre el escritorio. El empleado le pidió que por favor le mostrase cómo lo usaba y… ¡sorpresa! Lo ponía al revés.
Un clásico de los despistes sucedió cuando un cliente llamó al servicio técnico de una muy conocida empresa fabricante de ordenadores:
Cliente: Hola, les llamo porque mi ordenador tiene un fallo. Yo compré un PC con CD-ROM y éste no lo tiene. Empleado: (Sorprendido) ¿Está usted seguro? Por favor, fíjese bien. El dispositivo debería estar instalado cerca de la parte superior, en la parte frontal del aparato. Cliente: Yo en el frente solo veo la llave de encendido, unas lucecitas, un botón que dice «reset» y el posavasos. Empleado: ¿El… qué? Cliente: El posavasos… ése que aparece cuando aprieto un botón…
Empleado: ¿¡…!?
Nuestro hombre era un superdotado aficionado a la informática y plusmarquista del despiste:
Llegó a un hotel y dijo: «Quiero una habitación con vistas al mar» ¡Con vistas al mar! ¿Aquí en Segovia? Y nuestro hombre hizo un gesto de resignación: «¡Vaya!¡Ya he vuelto otra vez a equivocarme de tren!»
Algunos despistes de grandes pensadores:
Alberto P. Calderón es un gran matemático creador de una importante escuela de matemáticas en Argentina. Pues bien. Calderón fumaba bastante. Una vez se encontraba dando una clase con gran concentración sujetando la tiza con la mano derecha y el cigarrillo con la izquierda. Hubo un momento en que tenía que borrar la pizarra y entre el borrador, el cigarrillo y la tiza, acabó con el cigarrillo en la mano derecha y la tiza en la izquierda (cambiados de mano). En esos momentos Calderón pensaba en el próximo paso de la demostración. Los estudiantes no tardaron en cruzar apuestas sobre si escribiría con el cigarrillo o si antes chuparía la tiza. Ganaron los que apostaron por esta última posibilidad. La solemnidad de la demostración impidió la carcajada general, pero no el espectáculo de contemplar al profesor durante el resto de la hora explicando teoremas con los labios totalmente blancos.
«De Norbert Wiener (considerado fundador de la cibernética) se cuentan montones de anécdotas. Se dice que en cierta ocasión se enfrascó en un debate con una de sus alumnas. Al terminar éste le preguntó:
– Por favor, dígame ¿de qué lado del pasillo venía yo cuando me encontró?
– Desde aquel lado profesor – respondió ella.
– ¡Ah! Entonces iba a cenar.
Pero la más divertida es la narrada por Steven G. Krantz. En cierta ocasión cuando los Wiener se mudaban, su esposa le avisó con varias semanas de anticipación y la víspera se lo recordó nuevamente. Al salir a trabajar, su ayudante, que conocía lo distraído que era, le puso en un papel la nueva dirección de su hogar, dado que allí tendría que dirigirse, ya que esa misma mañana la mudanza comenzaría. Durante el día, Wiener usó el papel para contestar una respuesta a un alumno que le había hecho una consulta matemática. Al salir se dirigió, como siempre, a su antiguo hogar y, por supuesto, encontró la casa vacía. Intentando llamar y ver a alguien de dentro se percató de que no había muebles. Minutos más tarde recordó que la familia se había mudado y no desaparecido, como temía en un principio. Así que pensó en buscar ayuda y se acercó a una niña que lo miraba desde la acera. – Niña ¿podrías decirme dónde se ha ido la familia que vivía en esta casa? La niña le respondió. – No te preocupes papá: mamá supuso que perderías la nota y me envió a buscarte.»
Fuente: «Los matemáticos no son gente seria» de Claudi Alsina y Miguel de Guzmán